La Unión Cívica Radical, al menos la de la provincia de Córdoba, tiene la costumbre de hacer un trono al debate y a la vocación cívica; decir que mantienen en alto las banderas de la educación, la cultura y el humanismo, con una profunda actitud política reformista parece ser que es lo que más los representa y los hace sentir bien; lo gritan a voz en cuello, lo escriben en ocho documentos, pero después a la hora de los hechos siempre terminan igual, con una conducción que dice eso que les gusta decir pero que en el ejercicio cotidiano de la política no lo ejerce; pero les promete que esta vez sí lo hará y con eso se quedan todos conformes.
Esta parece ser la síntesis de Giardino y de la historia de la UCR de Córdoba del último cuarto de siglo, que la empezaron a escribir los que hoy comienzan a retirarse y le dan continuidad los que para aquel entonces eran los jóvenes reformistas «herederos de ls revolución del Parque», con las banderas de Illía, Irigoyen y Alem.
Basta repasar los ocho documentos que circulan de los diferentes sectores del radicalismo cordobés para deleitarse con la importancia «de rescatar agendas, proyectos y escuchar a la sociedad», «el diálogo», «la profunda vocación de sostener nuestras convicciones», «las banderas históricas» y «nuestra historia e identidad»; y si se fijan bien, el «manifiesto» que no llegó a ser documento es un poco una síntesis de esos documentos, porque lo que leyó el presidente Carasso en el cierre del Encuentro fue la expresión en papel de mucho de lo que dijeron De Loredo y Ferrer antes, mensaje que construyeron del diálogo con los dirigentes y que supieron concentrar para expresar a todos; y aunque no consiguieron «el documento único», al menos lograron que no los chiflen y les otorguen el silencio, con eso basta.
Entonces, la conclusión de Giardino es que todos se volvieron con su documento propio, todos se quedaron conformes con que De Loredo les dijo que «esta vez si» van a tener candidatos propios, «esta vez si» van a ir con las banderas del radicalismo, y que, como todos los años, el debate los fortalece, hasta el próximo Giardino y las próximas elecciones, cuando los vuelvan a dividir las irreconciliables diferencias de siempre.
Eso si, Llaryora es el malo de la película, una obviedad, Milei también pero que no se diga muy fuerte porque no conviene, y con Juez ya se verá, pero seguro que «esta vez si que no se va a quedar con la candidatura.