Un interesante debate atraviesa por estos días a las distintas estructuras políticas de Córdoba, en rigor de verdad no se trata de un debate propiamente dicho sino de diferentes acciones que se llevan adelante en función de aspirar a construir, o sostener, poder político, principalmente en el ámbito de la ciudad de Córdoba, aunque en algunos casos se extiende a las ciudades vecinas; y todo en el marco de un año electoral, con lo que esto significa entre quienes están convencidos que el poder político se consigue ganando elecciones.
Tanto en el peronismo como en el radicalismo una buena parte de la dirigencia asegura que el poder político se consigue ganando elecciones y llegando a los gobiernos municipales, provinciales y/o nacionales, «el poder de la lapicera» en la jerga política.
Este poder, suponen, se logra formando un «ejercito» de militantes con distintos niveles de salarios en estructuras de gobierno, «militantes rentados» es otra expresión que se usa en el léxico especializado, y, supone también, que con este ejercito se llega a toda la ciudad, tomando contacto con los vecinos para conocer sus necesidades, acompañarlos, y también para pedirles el voto en épocas electorales.
Una construcción de arriba hacia abajo, con una organización previa, profesionalizada en tanto se trata de estructuras formadas y asalariadas, que se despliegan con un plan pre establecido; implicaría pensar que para lograrlo no hace falta expertiz ni motivación sino que, contando con las herramientas, los recursos necesarios, cualquiera que los tenga puede hacerlo.
A esta altura vale recalcar lo expresado en el primer párrafo de este texto, esta es una mirada compartida tanto en el peronismo como en el radicalismo y desde esa óptica los dos sectores buscan el triunfo electoral ya que de otra manera no podrían conseguir ese poder tal como se lo plantean; los radicales de Córdoba cada vez tienen menos opciones ya que perdieron en las elecciones de Capital y provincial, sólo les queda la esperanza de triunfar en las nacionales y así tener acceso a esas «herramientas» que les permitan crecer.
Por el otro lado están aquellos que conciben la política hecha de otra manera y no necesariamente necesitan el amparo de los estados para llegar a la gente, trabajar en los barrios y lograr la conformación de estructuras; en este sentido hay dos caminos que son los más transitados por estas épocas; el viejo y conocido de la militancia social, que no muchos saben hacer sin el apoyo oficial; y el nuevo y para muchos desconocido territorio de las redes sociales, temido por los dirigentes tradicionales y muy efectivo para los nuevos, los que se criaron ahí.
2023 con los resultados electorales, pero fundamentalmente 2024 con el necesario despliegue a la hora de salir a encarar las nuevas construcciones territoriales, barriales y virtuales, demostrarán que quiénes mejor entiendan los desafíos serán los que logren ese tan ansiado poder político que determinará el futuro de todos.
En este caso más que nunca cabe la vieja expresión periodística de «noticia en desarrollo».
