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Sáb 4 mayo 2024
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El problema de De Loredo es que quiere ser popular de verdad

La gran mayoría de los políticos argentinos saben que las mediciones de imágenes que se difunden habitualmente son virtuales y que aun cuando tengan un alto porcentaje de opiniones positivas también son importantes y considerables las negativas, y en este sentido conocen que la popularidad siempre es relativa y que el riesgo de que esta quede cuestionada, o que directamente quede demostrado lo contrario, tiene muchas posibilidades de ocurrir si se exponen en público.

Por esa razón es muy difícil, casi imposible por estos días, que los principales políticos se expongan de manera directa y llana ante el gran público, de hecho ninguno lo hace, cada aparición «pública» de algún político siempre ocurre en el marco de estrictas medidas de seguridad y en un cuidado entorno «amigable», lo más lejos posible de detractores, haters en términos de redes sociales.

Por eso lo del principal dirigente radical de Córdoba, Rodrigo De Loredo, que fue noticia por el repudio que recibió en la marcha en defensa de las universidades, pero que no es la primera expresión de rechazo callejero que sufre, parece ser un error de apreciación en relación a su popularidad real; sus buenos índices electorales y de aprobación de imagen no lo hacen inmune a una considerable cuota de rechazo que la va a encontrar cada vez que aparezca en público, y eso es lo que el dirigente, preocupantemente, parece no saber; si lo sabe y lo descarta sería más preocupante aún.

Y este razonamiento se comprueba en sus pares, ni los oficialistas ni los opositores como él se atrevieron a concurrir en Córdoba a la marcha que tan negativa le resultó a De Loredo, simplemente para evitarse lo que él sufrió; más allá de las expresiones públicas en la marcha por la defensa de las universidades no estuvieron ni Llaryora, ni Passerini, pero tampoco Luis Juez, ni Negri, ni siquiera Ramón Mestre que se mostró participativo, pero en Buenos Aires.

Parecía de perogrullo, pero ya no, Rodrigo De Loredo volvió a tropezar con la piedra de la impopularidad, que es tan relativa como la popularidad, quizás esta nueva experiencia le sirvan a él, y a todos los políticos, de experiencia para terminar de entender que la popularidad en términos absolutos no existe, y que los haters no son un invento de las redes sociales.

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