«La pobreza se redujo de 44,7% en 2020 a 43,8% en 2021» informó el Observatorio de la Deuda Social Argentina (UCA), inmediatamente ampliaron, «si bien no es una
reducción significativa, estadísticamente nos deja más cerca del año 2019, pero igualmente en niveles superiores a los valores de la década.
Según informaron, «la reducción que se detecta entre los años 2020-2021 se explica fundamentalmente por una caída en los niveles de indigencia, que pasa de 9,8% a 8,8%», y aclaran que, «este comportamiento no se replica entre los pobres no indigentes».
Entre los años 2020-2021 se registra un incremento de la pobreza entre los niños, niñas y adolescentes. Casi 2 de cada 3 niños/as son pobres por ingresos (64,9%).
El 48% de la población declaró que sus ingresos no son suficientes. Asimismo, podemos ver una reducción de la proporción de personas que declararon que les alcanzan los ingresos y tienen posibilidades de ahorrar algo.
En una década, la población con capacidad de ahorro se redujo a casi la mitad (de un 15,9% en 2011 a un 8,4% en 2021).
En el actual escenario hacia la pospandemia, el efecto de las ayudas sociales sobre la tasa
de indigencia no es tan intenso como en el año 2020. Sin programas o pensiones no
contributivas, la indigencia alcanzaría el 18,8% en 2021.
En lo que se refiere a la evolución en el tiempo, se evidencian menores efectos “inmediatos”
de los programas sobre la pobreza durante los años prepandemia, un incremento significativo de dicho impacto en el contexto de COVID-19 y una posterior reducción en el actual escenario.
El análisis de los datos del 2021 muestra un proceso de leve recuperación respecto a la
situación de 2020, registrándose caídas en las carencias no monetarias. Sin embargo, un
30,6% de las personas aún tienen 3 o más carencias en sus derechos sociales.
El inicio de la pandemia ocasionó una caída en las tasas de actividad y de empleo como respuesta a la crisis económica. La reactivación del año 2021 se traslada a una mejora en ambas tasas, acercándose a los niveles del año 2019.
Un análisis de la composición de la población económicamente activa nos permite reconocer la persistencia de un mercado de trabajo precarizado, que excluye a parte de los trabajadores de un empleo de calidad, reflejando la amplia extensión del sector micro-informal.
«Podemos observar un proceso de precarización y de mayor marginalidad económica en la última década, con un 9,1% de desempleo y un 19,2% de subempleo inestable. Tan sólo un 42,1% de la fuerza de trabajo es contratada por el sector formal» sostuvieron desde la UCA.
Entre 2019 y 2021, en gran parte por el efecto de la pandemia, se produjo una alteración en la participación de la población en el mercado de trabajo y el perfil de los puestos de trabajo disponibles.
La tasa de desocupación se incrementó de 10,6% a 14,2%. La posterior reactivación, el efecto de un persistente desaliento y las licencias por COVID-19 generaron que en 2021 la desocupación disminuyera al 9,1% de la población económicamente activa.
