«Aunque parezca una paradoja, la Unión Cívica Radical de Córdoba tiene doscientos mil afiliados, la misma cantidad de votos con los que llego a la Cámara de Diputados de la nación», este es el ejercicio que hace Ramón Mestre y su equipo para graficar las posibilidades que tiene el dirigente radical de conseguir una de las nueve bancas para la Cámara baja.
Y realmente parece una paradoja ya que un análisis lineal indicaría que con esa cantidad de afiliados los votos radicales estarían asegurados para Ramón Mestre, pero la realidad de la campaña muestra que no es tan así, porque, el mismo candidato lo cuenta, tuvieron que abrir más de doscientos comités en distintas localidades de la provincia, porque se los encontraron cerrados, sin militancia y sin sus dirigentes, que no estaban o están militando para otro partido.
Sin embargo, no todo es negativo para los radicales cordobeses, al contrario, para muchos el haber logrado retomar las viejas banderas de Alem, Irigoyen y Alfonsín es un renacer, es volver, sobre todo en Córdoba, a lo que fue «la vieja y gloriosa Lista 3» que tantas satisfacciones les dio, y a eso apunta en los últimos días la campaña de Mestre.
Y además eso es lo que han terminado entendiendo la mayoría de los dirigentes radicales y por eso han vuelto a militar por los colores; Ramón Mestre y los principales dirigentes saben que no van a salir primeros, pero al mismo tiempo tienen en claro que lo que van a lograr es un gran piso desde donde volver a creer que la Unión Cívica Radical y sus valores siguen existiendo, solamente resta el veredicto de las urnas.
