El gobernador de la provincia de Córdoba, Martín Llaryora, atraviesa por estas horas momentos de fino equilibrio que le están demandando un pulso de acero, con el peligro a cada momento de trastabillar para un costado.
Tanto por izquierda: el kirchnerismo de Córdoba, el gremialismo peronista y de izquierda, y también organizaciones estudiantiles y sociales ligadas al progresismo; así como por derecha: los libertarios, los del PRO, el Frente Cívico y buena parte del radicalismo cordobés; le piden al gobernador peronista un pronunciamiento en relación a la condena de la Corte Suprema de Justicia en contra de Cristina Fernández de Kirchner.
El peronismo le pide ni más ni menos que eso, peronismo, algo que distingue a los partidarios de Juan Domingo Perón en todo el país cuando un peronista es atacado; y es lo que ocurrió con la gran mayoría de los dirigentes peronistas, excepto Martín Llaryora y Juan Schiaretti.
La reacción de la derecha no sorprende, es intentar hacer leña del árbol caído, sólo oportunismo político.
Si bien se trata de un debate de la política, algo totalmente ajeno al puso social, por estas horas el tema no pasa desapercibido y el gobernador cordobés evalúa minuto a minuto la actitud a seguir; el mismo Consejo nacional justicialista se pronunciará al respecto y el silencio del peronismo cordobés hace demasiado ruido.
